Narra la solemnidad con que los pueblos preparan y celebran esta gran solemnidad a Cristo sacramentado, las procesiones que se realizan y las diversas personas, desde pontífices, sacerdotes, nobles, y pueblo que participan, canta, alaban al Señor. Sin embargo, reprocha que ese fasto, esas alabanza y culto exterior no se corresponde con el verdadero culto interior y con los deberes de que debe tener el cristiano. Cita el jueves (se supone del Corpus) la procesión y conciertos de la ciudad de Salamanca.
En el reverso pone algunas notas para aplicarlas en el sermón, en otras ocasiones.